sábado, 10 de agosto de 2013

¿QUÉ PIENSAN LOS BEBÉS? - Alison Gopnik

10 INTERVENCIONES SOBRE EDUCACIÓN ELEGIDAS POR SIR KEN ROBINSON
(1 de 10): ALISON GOPNIK "¿QUÉ PIENSAN LOS BEBÉS?"


¿Qué sucede en la mente de este niño? Si se hubiera hecho esta pregunta hace 30 años, la mayoría, incluyendo psicólogos, habrían respondido que este niño era irracional, ilógico, egocéntrico y que no podría comprender otros puntos de vista o comprender la relación causa y efecto. En los últimos 20 años la ciencia del desarrollo (infantil) ha invalidado por completo esa idea. Así que ahora, de alguna manera, creemos que el pensamiento de este bebé, es como el pensamiento de los científicos más brillantes.

Les daré un ejemplo. Una de las cosas en las que podría estar pensando este bebé, que podría pasar por su mente, es que estuviera tratando de averiguar lo que está pasando en la mente de otro bebé. Porque, a fin de cuentas, lo más difícil es descifrar lo que otro piensa y siente. Y tal vez, lo más difícil de todo, es darse cuenta de que lo que otros piensan y sienten, no es, precisamente, lo que nosotros pensamos o sentimos. Quien sigue de cerca la política, puede dar fe de lo difícil que es para algunos lograr esto. Nosotros queríamos saber si los bebés y los niños pequeños podían comprender este hecho profundo acerca de los otros. Ahora la pregunta es: ¿cómo podríamos preguntarles? Después de todo, los bebés no pueden hablar, y si preguntan a un niño de tres años qué piensa, se obtiene un hermoso relato monologal acerca de ponis, cumpleaños y cosas de ese estilo. Entonces, ¿cómo preguntarles?

Pues el secreto está en el brócoli. Lo que hicimos mi alumna Betty Rapacholi y yo, fue dar a los a bebés dos recipientes con comida: uno de brócoli crudo y otro de pececitos salados deliciosos. A todos los bebés, incluso en Berkley, les gustan las galletas saladas y no les gusta el brócoli crudo. (Risas) Lo que hizo Betty fue probar un poquito de alimento de cada recipiente e hizo como si le gustara uno y otro no. Así, la mitad de las veces mostraba agrado por los pececitos salados y desagrado por el brócoli… …igual que cualquier bebé y persona sensata. Pero la mitad de las otras veces, ella con una porción de brócoli hacía: “mmm… brócoli. Es brócoli, mmm...” Luego, comía galletas saladas, y hacía: “¡uf, puaj! Galletas... He comido galletas. ¡Aaaagggggg!" Ella hizo lo contrario de lo que les gustaba a los bebés. Probamos esto con bebés de 15 y 18 meses. Luego, ella simplemente extendió la mano y dijo: “¿puedes darme un poco?”

Y la cuestión es: ¿qué le dará el bebé, lo que les gusta a ellos o a ella? Y lo increíble fue que, a los 18 meses de edad, y aunque apenas puedan caminar y hablar, le darán las galletas si es eso lo que a ella le gustaba, o el brócoli, en caso contrario. Por otro lado, los bebés de 15 meses, se quedaban contemplándola mucho tiempo si hacía como si le gustara el brócoli; no lo podían comprender. Pero tras un lapso de tiempo, ellos le daban las galletas, ya que pensaban que a todos les deben gustar. Así que encontramos aquí dos cosas realmente notables. La primera es que estos bebés de 18 meses han descubierto este hecho realmente profundo de la naturaleza humana, y es que no siempre todos queremos lo mismo. Y lo que es más, creían que realmente debían hacer cosas para ayudar a otros a conseguir lo ansiado.

Mas sorprendente aún, es el hecho que los niños de 15 meses no hicieran esto, y esto sugiere que los bebés de 18 meses han aprendido este hecho profundo de la naturaleza humana, a partir de los 15 meses. Por lo tanto, los niños saben más y aprenden más de lo que habíamos pensado. Y este es uno de los cientos de estudios realizados los últimos 20 años que lo demuestran.

Ahora, la pregunta que se podría hacer es: ¿por qué los niños aprenden tanto? Y ¿cómo pueden aprender tanto en tan poco tiempo? Es decir, después de todo, si se observa superficialmente a los bebés, parecen bastante inútiles. Y en realidad, en muchos aspectos, son más que inútiles, dado que tenemos que invertir mucha energía para tan sólo mantenerlos con vida. Pero si nos remitimos a la evolución para obtener una respuesta a este misterio de por qué dedicamos tanto tiempo al cuidado de bebés inútiles, existe una respuesta. Si observamos a través de las muchas y diversas especies, no solo a nosotros, los primates, sino también otros mamíferos, las aves, incluso los marsupiales, como los canguros y uómbats; existe una relación entre la duración de la infancia de una especie y el tamaño de sus cerebros en comparación con sus cuerpos, y cuan inteligentes y flexibles son.

Un claro ejemplo de esta idea son las aves allí. Por un lado, tenemos un cuervo de Nueva Caledonia. Los cuervos y otros córvidos, grajos, etc. son aves sorprendentemente inteligentes y en muchos aspectos, son tan inteligentes como los chimpancés. Y la ciencia ha descubierto que este ave ha aprendido a usar una herramienta para obtener alimento. Y por otro lado, tenemos a nuestra amiga, la gallina. Las gallinas, patos, gansos y pavos son básicamente tan tontos como inoperantes, Son muy buenos para picotear granos, pero para nada más son muy buenos. Resulta que los cuervos bebé de Nueva Caledonia son polluelos inexpertos. Dependen de que sus madres les den a la boca pequeñas lombrices durante dos años, un período largo en la vida de un pájaro. Mientras que las gallinas maduran en pocas meses. Por lo tanto, la niñez es la razón para que los cuervos acaben en las portadas de la ciencia Mientras que las gallinas acaban siendo sopa en la olla.

Hay algo acerca de esa larga infancia que parece estar conectada con el conocimiento y el aprendizaje. ¿Qué tipo de explicación tendríamos? Bien, algunos animales, como las gallinas, parecen ser muy aptos para hacer muy bien una sola cosa, Por eso demuestran una gran capacidad para picotear granos en un ambiente. Otras criaturas, como los cuervos, no son muy buenos haciendo algo en particular, sin embargo, son extremadamente capaces de aprender las leyes de ambientes diferentes.

Y por supuesto nosotros, los seres humanos, somos el exponente en esta distribución, como los cuervos. En relación al cuerpo, nuestros cerebros son mucho más grandes que el de cualquier otro animal, somos más inteligentes, más flexibles, podemos aprender más; podemos sobrevivir en los ambientes más diversos, migramos para poblar el mundo, e incluso, hemos ido al espacio. Y nuestros bebés y niños dependen de nosotros durante mucho más tiempo en comparación con otras especies. Mi hijo tiene 23 años. Y por lo menos, hasta los 23 años, estamos alimentándolos en la boca.

Pero, ¿por qué vemos esta correlación? Una idea sería que esa estrategia de aprendizaje, es una estrategia de supervivencia muy poderosa, pero tiene una gran desventaja. Y esa gran desventaja es que, hasta que se aprende, uno está indefenso. Así que no querrán que el mastodonte se lance sobre ustedes y preguntarse a sí mismo: “Una honda o tal vez una lanza ¿Qué sería mejor?” Ustedes quieren aprender todo eso antes que el mastodonte aparezca. Y la manera en que la evolución ha resuelto ese problema, es mediante cierta división del trabajo. Es decir, en esa primer etapa, estamos protegidos por completo, no tenemos que hacer nada más que aprender. Y luego en la adultez, podemos utilizar esas cosas aprendidas siendo bebés y niños y ponerlas en práctica en la vida.

Entonces, una manera de ver esto sería pensar que los bebés y los niños pequeños son el departamento de investigación y desarrollo de la especie humana. Son los niños celestiales protegidos que solo tienen que explorar, aprender y tener buenas ideas, y nosotros somos la producción y la comercialización. Nosotros tenemos que retomar todas esas ideas que aprendimos de pequeños y ponerlas en práctica. Otra forma de analizar esto, sería en lugar de pensar en bebés y niños como adultos incompletos, los podríamos pensar como seres en una etapa diferente del desarrollo dentro de la especie, —algo similar a las orugas y las mariposas—, con la diferencia de que ellos son las mariposas brillantes que revolotean y exploran el jardín, y nosotros somos las orugas que avanzamos poco a poco hacia nuestra corta adultez.

Si esto es cierto, si los bebés están diseñados para aprender, —y la historia evolutiva muestra que los niños están capacitados para aprender, están preparados para eso—, podríamos suponer que tienen poderosos mecanismos de aprendizaje. De hecho, el cerebro de los bebés parece ser la computadora mas poderosa de aprendizaje del planeta. Pero parece que las computadoras pueden llegar a ser mucho mejor. Ha habido recientemente una revolución en nuestra comprensión del aprendizaje de las máquinas. Y esto gracias a las ideas del reverendo Thomas Bayes, un estadístico y matemático del siglo XVIII. Y básicamente, lo que Bayes hizo fue proporcionar una base matemática, utilizando la teoría de la probabilidad, para caracterizar y describir, la manera en que los científicos hacen sus hallazgos. Así, si los científicos tienen una hipótesis, luego, salen a comprobarla contra las evidencias. Si las evidencias hacen modificar su hipótesis, entonces testearán una nueva hipótesis, y así sucesivamente. Y Bayes demostró un procedimiento matemático para hacerlo. Y las matemáticas constituyen el núcleo de los mejores programas de aprendizaje automático actuales. Hace unos diez años, yo propuse que los bebés podrían hacer algo parecido.

Así que si quieren saber qué sucede detrás de esos hermosos ojos marrones, creo que en realidad, sería algo así. Ese es el cuaderno del reverendo Bayes. Así, creo que los bebés hacen cálculos complejos de probabilidad condicional que revisan para comprender cómo funciona el mundo. Bien, ahora parecería que existe un orden superior que demostrar. Después de todo, si preguntan a los adultos sobre estadística, se ven muy ridículos; Entonces, ¿cómo puede ser que los niños hagan estadísticas?

Para probar esto, usamos un aparato que llamamos, el detector Blicket. Esta es una caja que se enciende y suena la música cuando apoyas sobre ella algunas cosas y otras no. Y con este aparato sencillo, mi laboratorio y otros han hecho decenas de estudios mostrando, precisamente, lo bueno que son los niños para aprender acerca el mundo. Permítanme mencionarles solo uno, que hicimos con mi alumna, Tumar Kusher. Si les hubiera mostrado este detector, seguramente habrían pensado que la manera de hacerlo funcionar sería colocando un bloque sobre él. Sin embargo, este detector, funciona de una manera un poco extraña. Porque si agitamos un bloque sobre él, algo que seguramente no hubieran pensado que podríamos hacer, el detector se activará dos veces de cada tres; mientras que, si hace lo previsible, es decir, apoya el bloque sobre el detector, éste sólo se activará dos veces de cada seis. Por lo tanto, la hipótesis poco probable, es la que tiene evidencias más sólidas. Parece como si la agitación del bloque fuese una estrategia más eficaz que la otra estrategia. Entonces, hicimos esto: dimos a los niños de 4 años este patrón de evidencias y les pedimos que lo hicieran funcionar. Y efectivamente, el niño de 4 años usó la evidencia, de agitar el objeto sobre el detector.

Ahora, hay dos cosas realmente interesantes al respecto. La primera, y nuevamente, se trata de niños de 4 años. Están aprendiendo a sumar. Pero inconscientemente, están haciendo esos cálculos complejos que les darán una medida de probabilidad condicional. Y otra cosa interesante, es que ellos usan esa evidencia para llegar a una idea, a una hipótesis acerca del mundo, que al comienzo, parece muy poco probable. Y en los estudios que hemos estado haciendo en mi laboratorio, hemos demostrado que los niños de 4 años son mejores que los adultos en averiguar una hipótesis poco probable ante la misma tarea. Así que en estas circunstancias, los niños están usando estadísticas para comprender el mundo. Pero, después de todo, los científicos hacen experimentos y quisimos ver si los niños también los hacen. Cuando los niños experimentan, lo llamamos: “meterse en todo” o bien: “jugar”.

Y han surgido recientemente un montón de estudios interesantes que han demostrado que el juego es, realmente, una especie de programa de investigación experimental. Aquí hay uno del laboratorio de Cristine Legare. Cristina usó nuestro detector Blicket, y lo que hizo fue mostrarle a los niños que los amarillos lo hacían funcionar y los rojos no. Luego, les mostró una anomalía. Y verán ahora que éste pequeño desplegó 5 hipótesis en un lapso de 2 minutos.

(Video) Niño: “¿Qué tal éste?" "Igual que el otro lado”

Alison Gopnik: Su primer hipótesis ha sido falseada.

Niño: “Ésta se enciende, y ésta no.”

AG: Hizo su registro de la experiencia.

Niño: “¿Qué la hace encender? “ (Risas) “No lo sé…”

AG: Todos los científicos reconocerían esa expresión de desesperación. ¿No es cierto?

Niño: “Ah, es porque éste tiene que estar como éste y éste como éste.”

AG: Muy bien, hipótesis 2.

Niño: “Es por eso..." "...oh..."

AG: Ahora la próxima idea. Y pidió a la investigadora hacer esto, colocarlos sobre el otro lugar. Tampoco funciona.

Niño: ”Oh, porque la luz sólo llega hasta aquí... ...y no hasta aquí. "Oh, la parte inferior de la caja tiene electricidad, pero ésta no.”

AG: Bien, ésa es su cuarta hipótesis.

Niño: “Se enciende cuando pones 4." "Entonces, tienes que poner 4 en éste para que se encienda, y dos en éste.”

AG: Muy bien, ésa es su quinta hipótesis.

Se trata de un niño adorable y particularmente expresivo, pero Cristine descubrió que esto es bastante típico. Si ustedes observan cómo juegan los niños, y les piden que les expliquen, lo que realmente hacen es una serie de experimentos. Esto, en realidad, es bastante característico en los niños de 4 años.

Pues bien, ¿qué se siente siendo este tipo de criatura? ¿Qué se siente siendo una de esas brillantes mariposas que puede poner a prueba 5 hipótesis en dos minutos? Bueno, si nos remontamos a psicólogos y filósofos, muchos de ellos afirmaban que los bebés apenas eran conscientes o no lo eran en absoluto. Y yo pienso que es exactamente lo contrario. Creo que los bebés y los niños son más conscientes que nosotros, los adultos. Ahora, esto es lo que sabemos acerca de cómo funciona la conciencia en adultos. La atención y la conciencia de los adultos se parece a un reflector. Los adultos decidimos si algo es relevante o importante, o no y dirigimos la atención hacia eso. Y la conciencia hacia ese objeto que estamos atendiendo se ilumina y reaviva considerablemente, mientras que el resto de las cosas se apagan; e incluso sabemos cómo el cerebro hace esto.

Cuando prestamos atención, la corteza prefrontal, que es la parte ejecutiva de nuestro cerebro, envía una señal que hace que una pequeña porción de nuestro cerebro sea más flexible, mejor para el aprendizaje, anulando la actividad en el resto del cerebro. Por lo tanto, tenemos una atención muy enfocada, dirigida a un propósito. Si observamos a los bebés y a los niños, vemos algo muy diferente. Yo pienso que los bebés y los niños parece que tuvieran un linterna de la conciencia mas que un reflector de la conciencia. Por eso, los bebés y los niños son muy malos para concentrarse en una sola cosa, pero son muy buenos para tomar información de muchas fuentes diferentes a la vez. Y si observan sus cerebros, los verán inundados de neurotransmisores que son muy buenos para inducir el aprendizaje y la plasticidad, mientras que los inhibidores no se ponen aun en funcionamiento. Entonces, cuando decimos que los bebés y los niños pequeños no son buenos prestando atención, es decir, en realidad, son malos en no prestar atención. Por tanto, son malos para ignorar todas las cosas interesantes que los rodean y mirar sólo lo que es importante. Ese es el tipo de atención, de conciencia que podemos esperar, de aquellas mariposas que están diseñadas para aprender.

Y si quisiera pensar en una manera de obtener una muestra de la conciencia de un bebé como adulto, creo que la mejor manera es pensar las veces que nos enfrentamos a situaciones nuevas: cuando nos enamoramos nuevamente, cuando visitamos una ciudad por primera vez. Y lo que sucede, en esos casos, no es que la conciencia se contrae, todo lo contrario, se expande. Y es así que, esos tres días en París, parecen estar mucho más rebosantes de conciencia y experiencia, que todos esos meses de caminar, hablar y de reuniones de facultad, y —como zombies— de regresar a casa. Y por cierto, ese café, ese maravilloso café que han tomado, en realidad, imita el efecto de los neurotransmisores del bebé. Entonces, ¿qué se siente siendo un bebé? Es como estar enamorado en París por primera vez, tras haber tomado tres expresos dobles. Esa es una fantástica manera de vivir, pero les hará despertarse a las tres de la madrugada llorando.

Pero es bueno ser adulto. No quiero decir mucho más sobre lo maravillosos que son los bebés. Es bueno ser adulto. Podemos atarnos los cordones y cruzar la calle solos. Y tiene sentido que pongamos mucho esfuerzo en hacer que los bebés piensen como los adultos. Pero queremos ser como esas mariposas para tener mentes abiertas y dispuestas al aprendizaje, imaginación, creatividad, innovación... y tal vez, algunas veces, los adultos deberían empezar a pensar como los niños.

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